"la percepción de la desigualdad social, del prejuicio de clase y de la humillación cotidiana, los pobres la aprendemos desde que nacemos."
 

Lula, nuestro querido y amado presidente

Hay tanto para decirle, tanto enojo, tantas ganas de reconfortarlo, tanta gratitud que no cabe en una carta.

Bueno, voy a empezar contando mi historia, nuestra historia, que solo cambió y drásticamente para mejor porque Brasil lo tuvo como presidente. Si no fuera por eso, seguiríamos condenados a un orden social excluyente que se perpetua y se reproduce desde los tiempos más remotos.

Mi nombre es Miliandre, soy profesora de historia, casada con Rodrigo, profesor de Sociología. Tenemos dos hijos, Alice de 9 años y Francisco de 4. Nací en 1976 y, desde entonces, vengo siguiendo – sea como espectadora, sea como investigadora, sea esperanzada o descontenta – nuestra historia reciente.

La adolescente de los años 1980, ya tenía edad suficiente para entender, al menos superficialmente, el movimiento de las Directas Ya y la conmoción alrededor de la muerte de Tancredo Neves. De la dictadura militar sufrí los restos que hemos padecido hasta hoy, siempre ensombreciéndonos.

En el gobierno Sarney, me turnaba con mi madre en las idas, cada vez más costosas, al supermercado, para comprar latas de aceite, arroz, porotos, en cantidades limitadísimas. Qué tiempos... de niña, me cansé de pelar papas y guardar las cáscaras para freírlas también. Carne, frutas y verduras era todo muy restringido en la mesa del pobre. Tan diferente de lo que pasaba recientemente, en su gobierno y en el de la presidenta Dilma, porque comer ya no era más una lucha cotidiana ni había tantas restricciones en el menú. Hoy, lamentablemente, no se puede decir lo mismo, el costo de vida está al borde de la muerte y, lo que es más triste, sin expectativas de cambios a corto plazo. Pero seguimos firmes, con fe en la vida, fe en el hombre, fe en lo que vendrá...

En esa época, mi madre se separó de mi padre, que bebía mucho, y pasó a trabajar como empleada doméstica para, sola, alimentar, vestir y educar los dos hijos. Como el salario de preceptora en una escuela no era Cuando no tenía con quien dejar los hijos, nos llevaba al trabajo. Creo que fue en esa época que empecé a tomar consciencia del mundo de la política, porque a la percepción de la desigualdad social, del prejuicio de clase y de la humillación cotidiana, los pobres la aprendemos desde que nacemos, en cada mirada torcida, en cada no recibido.

Cuando llegó el examen de ingreso a la universidad quería entrar al curso de derecho, pero todo esfuerzo de una alumna de escuela pública, que había empezado a trabajar 13 años y, desde entonces, pasado al turno nocturno, no fue suficiente para disputar la misma vacante con estudiantes de escuelas privadas, con familias estructuradas, con clases de idioma, música, danza, con experiencias de viaje y consumo, con tempo disponible. A veces pienso que, si más personas como yo hubieran tenido, en esa época, oportunidad de ingresar a los cursos de derecho de las universidades públicas, por medio de políticas orientadas al ingreso de negros y egresados de la escuela pública, como las implementadas en su gobierno y el de Dilma, tal vez el Poder Judicial hoy sería una institución más aireada, justa y sensible y no un instrumento para la manutención de privilegios y del ‘status quo’, actuando con mano de hierro contra algunos, inclusive sin pruebas, y cerrando los ojos ante otros, con pruebas en abundancia, actuando a las espaldas de la Constitución y de acuerdo con los vientos inestables de la política. Pero, claro, quizás de ese modo hubiera sido, me hubiera transformado, en una abogada más, jueza, fiscal, integrada al sistema, sirviendo a su manutención continua y perpetua.

En esa época imperaba entre nosotros una idea muy poderosa que, en su gobierno y en la presidencia de Dilma, fue perdiendo fuerza, hasta transformarse en lo que hoy es una especie de “leyenda urbana”: la llamada meritocracia. Creíamos, nos hicieron creer, que experiencias múltiples, de los más pobres a los más ricos, podrían ser justamente niveladas con formas igualitarias de acceso a los sectores públicos. Sinceramente, no entiendo como estuvimos atrapados en esa trampa durante tanto tiempo...

Terminé entrando en una carrera menos disputada, pero que igualmente empecé a amar y en la que pude realizarme como profesora, educadora y desarrollar el sentido crítico acerca de la realidad que nos rodea. Me dediqué al máximo a la carrera de historia, inclusive trabajando 8 horas diarias, para, desde ese lugar, romper las amarras de clase a las que yo y otros tantos brasileños estábamos condenados, simplemente por hacer nacido pobre. Hice una maestría, un doctorado, pos-doctorado, este 2 veces, estudié en las mejores universidades públicas del país, tuve beca de estudios, viví en Francia. Todo esto gracias a los cambios – estructurales, de mentalidad, promovidos por su gobierno y el de Dilma.

Nuestros primeros empleos en la universidad pública fueron en una federal creada en su gobierno, en una de las regiones más pobres del país, el Valle de Jequitinhonha. En el concurso pasamos uno de los momentos más difíciles de nuetras vidas, habíamos terminado el doctorado y por eso no encontrábamos trabajo en las instituciones privadas, que raramente contratan doctorores, en la misma época en la que tuvimos a nuestra primera hija.

En esa época no sólo fue nuestra realidad la que cambió, acompañamos los cambios vividos en la vida de muchos estudiantes de aquella región y vimos qué alentador que es verlos abriéndose nuevos caminos, en el mundo exterior. Tenemos ex alumnos en todas partes, haciendo posgrados, trabajando en museos, laboratorios, agencias internacionales.

En esas idas y venidas entre Diamantina, donde estaba el campus, y Paraná, donde visitábamos a nuestras familias en las vacaciones, observamos también las obras del PAC. Sólo quien vivenció esos cambios en el Brasil profundo sabe el impacto que tuvo su gobierno y el de la presidenta en el dia a dia de esas poblaciones y en las más variadas circunstancias de la vida nacional.

Hoy dos clases de historia de Brasil en una universidad en el Estado de Paraná y sigo presenciando el impacto de los cambios implementados en su gobierno y el de Dilma, dentro y fuera dela universidad. Por más conflictos que existan y eso es bueno porque es una prueba de que no estamos más ocultando nuestros problemas sociales más visibles (como el de desigualdad social o el racismo) debajo de la alfombra y la sociedad hoy se ve frente a la necesidad de discutirlos y de superarlos, en ese contexto, al universidad, felizmente ha sido escenario de esos cambios.

Contra la persecución que usted viene sufriendo de manera permanente y sin tregua, el dia 10 de mayo de 2017, dia de su declaración en Curitiba, me afilié formalmente al PT. Si por detrás de todo esto está el proyecto de aniquilar al PT en Brasil, vamos a renacer más fuertes y unidos contra la amenaza a la democracia, al estado de derecha y a la ofensiva fascista.

Sé que muchas personas no consiguen o se niegan a ver todos los cambios ocurridos en Brasil a partir de los años 2000. O porque nunca pasaron necesidades en la vida y precisan asegurarse los privilegios cristalizados a lo largo de la historia o porque están muy influidos por los medios hegemónicos y sus agentes, la Rede Globo especialmente, o porque nacieron en los años 1990 y no tienen ni siquiera dimensión de lo que fueron las décadas anteriores cuando imperaba la violencia de Estado y la experiencia de la carencia. Como dice Mujica, las generaciones son icnapaces de aprender con las experiencia de otras generaciones, desgraciadamente., De ahí la dificultad de ellas para comprender el impacto de su gobierno y la situación actual, porque su percepción social pertenece a un período del desarrollo. De ahí también la relativización que ellas han hecho de regímenes autoritarios-totalitarios e incluso de políticas de exterminio –tortura, muchas vrces estimuladas por personas irresponsables, de anturaleza fascistas, que se presentan como paladires de la moral, entonando palabras de orden, cuando, en realdiad, no pasan de brabucones de la república, de energúmenes,,, de mierda

De cualquier forma, e independientemente de esto, quisiera que supiese que tiene una gran cantidad de personas a su lado y que estamos luchando, cada uno a su modo, por su liberación, no vamos a descansar hasta verlo retomar su trayectpria de lucha, para la cual siempre etuvo predestinado. Esto debe ocurrido pronto dada la inconstitucionaldiad de su encarcelamiento. Queremos creer que vivimos en una democracia, frágil, pero aun así una democracia, y que nuestra lucha no es y nunca será en vano, que servirá para consolidarla frente a otro golpe (espero que sea el último) en marcha en nuestro país.

Que neustros hijos y seres queridos no sufran, en el futuro, las consecuencias de nuestra pasividad frente a las pérdidas, sucesivas y sistemáticas, de derechos sociales, civiles y políticos y no tengan vergüenza de quiénes fuimos ni de como actuamos o no actuamos frente a todo lo que está ocurriendo, ya que no actuar, en la situación actual, es también una forma de acción.

Espero que esta carta llegue a destino, a las manos del mayor presidente de este país y no sea interceptada, confirmando lo que muchas personas han denunciado hace algún tiempo, esto es, la restructuración de una dictadura en Brasil de nuevo tipo, con las instituciones más respetables (o que deberían serlo) a su servicio, con viejos actores aliados a nuevos sujetos nacional e internacionalmente.

Doña Mariza y su madre están, en algún sentido, protegiéndolo, cuidando al hijo más noble de esta nación. Así como nosotros, en las calles, en los hogares, en las capitales, en las pequñas y las grandes ciudades, en los lugares más alejados de este país. Como idea, usted está en todos los lugares, haciendo pensar, y como semilla germina vigorosamente en nuestras mentes y corazones.

Agradezco por mí, mi familia, mis amigos, mis colegas y mis alumnos todo lo qur usted hizo e aun harpa por el pueblo brsdileño, aun cuando parte de él no merezca ni tenga conciencia de su magnitud, del gran presidente que usted fue, y tenemos fe, todavía será.

Por último, lo que me resta pedirle ahora es que resista firme por allí, y que mientras tanto nosotros aguantamos firmes por aquí.

Con nostalgia, con tristeza, sin embargo con fe, con esperanza, estamos a su lado, presidente, Reciba nuestro cariño y amor, nuestro afecto y ternura.

Un gran abrazo de esta familia que lo estima mucho y que lucha por un país mejor, donde la igualdad no sea sólo una palabra vacía de sentido y significado y donde los sueños no envejezcan nunca.



Curitiba, 9 de abril de 2018.

PD: Usted no lo sabe, pero mi segundo hijo, Francisco, es su ahijado. Que San Francisco lo proteja y esté a su lado porque, ya sabemos, el Papa lo está.


Mas cartas